Tiempo de lectura: 7 minutos
Portada original en japonés de la película de animación «Porco Rosso» («Kurenai no buta»), del director japonés Hayao Miyazaki.

Los años 20 tocan a su fin. El clima de creciente inestabilidad política y económica ha hecho que un puñado de pilotos se lance a la piratería aérea y siembren el caos. Pero un valiente les planta cara: Porco Rosso, hábil piloto de pasado incierto que se gana la vida como cazarrecompensas, es el azote de los malhechores a lo largo y ancho del Adriático. La alianza de piratas, harta de sucumbir ante Porco, contrata los servicios de un famoso piloto americano para que lo abata de una vez por todas.

Porco Rosso es la quinta película del Studio Ghibli dirigida por el genio de la animación Hayao Miyazaki. ¿Os suena el nombre? En 2002 ganó el Oscar por la magistral El viaje de Chihiro y poco antes dirigió la no menos impresionante La Princesa Mononoke. Pero en 1992 la globalización salvaje estaba en fase de borrador y a Miyazaki no lo conocía ni el Tato. Porco Rosso llegó a España en 1994 y, si la memoria no me falla, no recuerdo tortas por hacerse con ella pese a lo jugoso de su animación. ¿Por qué?

Si no habéis visto la película, quizá hayáis llegado a este punto preguntándoos el porqué del título de la película, o por qué en todas las imágenes sale un gorrino antropomórfico rosáceo con gafas de sol. La respuesta es simple: Porco es un cerdo. Y diréis: «Como es una peli de dibujines, será una metáfora. O fantasía. Lo mismo su mejor amigo es una jirafa». Pues sí y no. Porco es un cerdo, literalmente. Así se considera, así lo ven y así lo tratan. Y el resto de personajes son humanos ―por muy feos que sean― en un mundo, por lo demás, enteramente realista. Como decía, eran otros tiempos y un creador podía dedicar varios años de su vida (y la de decenas de animadores) a construir la historia de un cerdo volador sin que la jauría internetera de todo el planeta le saltara al cuello sin preguntar.

Porco Rosso es la obra más personal de Hayao Miyazaki y destaca entre su repertorio por varias razones. La primera es que el protagonista es… un hombre maduro. Es probable que sea un reflejo de sí mismo ―rondaba los 50 en el momento del estreno― con el cual proyecta su visión descreída del mundo que, no obstante, se rige por un arcaico código de honor. La segunda razón es que habla de los primeros pasos de la aviación, una de las pasiones del director. Es un tema sobre el que producido una cantidad ingente de material visual durante su carrera en proyectos propios y ajenos; también se aprecia en el mimo de los complejos engendros mecánicos voladores que pueblan sus películas. La tercera razón es que Porco Rosso adapta una historia corta, de tan solo 15 páginas, dibujada por el propio Miyazaki. Se llama La edad dorada de los hidroaviones (Hikoutei Jidai, 1989), de cuyas acuarelas hay una muestra aquí debajo. Si parece un storyboard elaborado es porque varias secuencias son un calco animado de las viñetas.

La historia de Porco Rosso se concibió inicialmente como un mediometraje para entretener a los pasajeros de la Japan Airlines. La base del guion, su propio manga, era una historia sencilla con bonitas imágenes y mucho sentido del humor ―la broma sobre la ausencia de desarrollo narrativo por falta de espacio es recurrente―. En esencia, la sinopsis es casi idéntica al párrafo de apertura de esta reseña. En el paso a largometraje, se dotó a Porco de un pasado: se llamaba Marco Pagot, era piloto de las Fuerzas Aéreas Italianas y lo condecoraron por su valor durante la Guerra Mundial. Durante aquella época, tenía rostro humano. Si bien Porco Rosso no se centra en cómo Marco se convirtió en Porco, él nos cuenta de primera mano cómo ocurrió. Es una escena emotiva, de las más hermosas y tristes de la película, y da profundidad al personaje. En Internet hay reseñas que lamentan la falta de explicaciones sobre por qué se obra el cambio ―en la película lo llaman «el hechizo»―. Creo que toda la información está ahí; simplemente no nos la dan masticada. Aunque me equivoque, de todas formas propongo que le echemos imaginación y un poco de nuestra cosecha a las cosas de vez en cuando.

La otra gran novedad de la película es Madame Gina, una amiga de la infancia de Marco ―y quien sabe si algo más―. Gina regenta el Hotel Adriano, un retiro en medio del mar que los piratas han establecido como zona neutral donde aparcar sus rencillas y disfrutar de una agradable velada deleitándose con la voz de su propietaria. El verdadero hechizo de la película es que Gina los tiene irremediablemente enamorados a todos (sin excepción). De momento ha enterrado a tres maridos piloto, conque aventurarse en un romance con ella quizá no sea la mejor de las ideas.

Madame Gina, personaje personaje de la película de animación «Porco Rosso» («Kurenai no buta»), del director japonés Hayao Miyazaki.

Por supuesto, nadie duda que la verdadera heroína de la película es Fio Piccolo, la adolescente decidida y capaz de lo que se proponga que está presente en la mayoría de historias de Miyazaki. Ella se encarga de demostrar a Porco que los tiempos están cambiando de más maneras de las que el obstinado piloto es capaz de aceptar de buenas a primeras. Fio y Gina representan miradas complementarias a la vida de las mujeres en el Adriático mítico de Miyazaki: pasiva y contemplativa, propia de la educación recibida y la edad adulta, o activa y resuelta, movida por la audacia de la juventud. También dan constantes motivos al americano Curtiss para desear batirse en duelo con Porco.

Porco Rosso tiene aroma de entretenimiento ligero. El estilo caricaturesco de sus personajes, así como su caracterización, facilita esta asociación. Por ejemplo, los piratas son una panda de mequetrefes que en el fondo carecen de maldad alguna. Curtiss les va a la zaga en tontería, lo que deja a la cinta huérfana de auténticos villanos (el auge del fascismo entre líneas, si acaso). Porco también tiene un punto ridículo bajo esa fachada distante de Bogart porcino. Fio y Gina se libran de la mofa para dar altavoz al mensaje feminista habitual en las historias de Miyazaki. Al final, incluso Porco, el héroe, es un cerdo machista ―la analogía y el chiste funcionan a demasiados niveles―. El trazo de brocha gorda hoy sería imperdonable, aunque pienso que se debe contextualizar la película tanto en el marco de la acción (años 20 del siglo pasado) como el de creación de la obra (1992) y su intencionalidad. Las relecturas a menudo pecan de injusticia y en estos casi 30 años ha habido bastante movimiento.

De izquierda a derecha, Fio Piccolo y Porco Rosso, personajes de la película de animación «Porco Rosso» («Kurenai no buta»), del director japonés Hayao Miyazaki.

La cinta está plagada de frases memorables e interesantes reflexiones que ya aparecían en La edad dorada de los hidroaviones, el manga original. Repaso las que más me llaman la atención:

«No hay nada tan hermoso como
las líneas de madera de un avión monoplaza
pulido a la perfección por artesanos italianos.
Al cuerno con el racionalismo americano».

«No uso munición incendiaria,
ni tampoco balas trazadoras.
Diez balas estándar por ametralladora
son más que suficiente:
esto no es una maldita guerra».

«Antes muerto que pilotando un avión de metal».

«Volamos por encima de las nubes.
Ahí arriba nos daba igual que los fascistas se
hubieran hecho con el poder o que el mercado
bursátil de Nueva York se hubiera desplomado».

Estas citas comparten el código y los ideales de Porco. Es un cerdo, pero un cerdo honorable que no dispara a matar ―aunque quizá terminen matándolo por ello―. Ama volar y lo hace para sí mismo; jamás se perdonaría hacerlo a ciegas para un régimen dictatorial. Y, cómo no, es un romántico. Le pierde la nostalgia por un mundo que está desapareciendo y no volverá.


«Prefiero ser un cerdo que un fascista».

Porco Rosso


Porco Rosso es ligera como la brisa, divertida como sus piratas y enérgica como la familia Piccolo. A la vez es serena, adulta; por eso el protagonista es Porco y no Fio. Su máxima ambición es el escapismo ―que conste que no lo digo como algo malo―. Es un retazo de la vida de Porco, quizá ni siquiera el más crucial, pero uno en que surca las olas con el alerón de su inconfundible monoplaza rojo, se funde con las nubes y cena con Gina en el Hotel Adriano. Es un momento cualquiera en la vida de un cerdo que vuela. Creo que por todo esto sería impensable dirigirla ahora… aunque no descarto que bastara con susurrarle esto a Miyazaki al oído para que se lo tomara como un reto y demostrara cuán errado voy con otra obra de arte igual de inclasificable.


REFLEXIONES DE BAR

  • Las salidas loliteras me escaman. Porco tiene 47 años, Curtis es algo más joven, y los piratas son puretas. Nos explican sin ambages que este grupo de señores con bigote pierde el culo por Fio, una niña de 17 años. Bien, entiendo que en los años 20 y 30 hubiera otras costumbres sociales con su propia idiosincrasia, pero… uf. Cuando se toca este tema desconecto y elijo no darle vueltas. Lo dejo aquí por si alguien tiene a bien ilustrarme.
  • Porco es un Don Juan. Es ridículo y gracioso, e ilustra la idea de que las apariencias engañan y son eso: apariencias.
  • Porco Rosso supone la enésima contribución del compositor Joe Hisaishi al Studio Ghibli. Por favor, escuchad sus piezas: son una delicia.
  • Actualmente está de moda elegir al famosete de turno como actor de doblaje para matarnos del asco/disgusto, pero con Porco Rosso hubo suerte. De la versión en castellano se encargaron dos profesionales de la talla de José Luis Sansalvador (Porco) y Núria Trifol (Fio). Porco fue doblado por Michael Keaton en inglés y Jean Reno, en francés. Este último es el favorito de Miyazaki.
Cine: «Porco Rosso» (Hayao Miyazaki, 1992)
Etiquetado en:                

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: The Glenskehy Reports.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a Hostinger que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Este blog usa cookies para su correcto funcionamiento y fines analíticos. Al pulsar en Aceptar, aceptas el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos con dicho propósito.    Más información
Privacidad