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Póster promocional de la serie «The Mandalorian», diseñado por Claire Curtis.

Enigmático, solitario y parco en palabras, sintetizadas a través del casco que siempre oculta su rostro. Ésta fue la carta de presentación de Boba Fett en El imperio contraataca, molándolo todo y vacilando al mismísimo Lord Vader. El protagonista de The Mandalorian no es Boba Fett, pero bien podría serlo. No solo comparten apariencia y andares, sino que ambos beben del credo del mercenario: «No es personal; solo son negocios». Para Mando es mera cuestión de necesidad, pues los pocos mandalorianos que quedan sobreviven vendiendo sus servicios al mejor postor. Acabar de recadero para los imperiales es inevitable y hay cosas peores que dar caza a la escoria de la galaxia. ¿Pero qué ocurre cuando mirar hacia otro lado implica el sufrimiento de inocentes? O, concretando: ¿cómo puede alguien con sentimientos no derretirse ante la mera presencia de Baby Yoda y arriesgar la vida por la criatura?

Desde el principio impera el lenguaje del western, o el de las cintas de samuráis. Un antihéroe errante regido por un particular código de honor recorre parajes desérticos socorriendo al necesitado y metiéndose donde no le llaman. Me gusta cómo la serie asienta el tono, acompañado por los sugerentes acordes de Ludwig Göransson —la banda sonora es brillante—. También disfruto de la contención de ciertos pasajes y la concisión narrativa. The Mandalorian consta de ocho episodios cortos que, en general, van al grano. Y menos mal, porque los problemas se amontonan cuando no es así.

Algunas premisas me chocan, como el supuesto de que Mando es un guerrero infalible. Cuesta de creer cuando cada dos por tres están a punto de matarlo de la manera más estúpida (yendo motu proprio en pos de una bestia gigante o atacado… por un grupo de jawas, los chatarreros del desierto). También tiene un corazón que no le cabe en el pecho, algo que —disculpad el escepticismo— veo incompatible con la profesión de cazarrecompensas. ¡Que se lo blinde con beskar, por favor! Me sorprende que Mando dure más de dos telediarios porque expone el pellejo sin darle muchas vueltas, ya sea salvando a bebés de las garras del Imperio o seduciendo a damas en apuros mientras ayuda a un pueblo de campesinos oprimidos. Mando alcanza sus máximas cotas de incompetencia en el infame capítulo 6, que trato más adelante.

Imagen de la serie «The Mandalorian». De izquierda a derecha: Kuiil (Nick Nolte) y Mando (Pedro Pascal).

Consciente de que solo hemos visto la primera temporada, mi impresión inicial es que se trata de una serie de aventuras para toda la familia, ideal para desconectar. Ni más ni menos. Podría crecer en una dirección interesante si sigue la estela del arranque y los dos últimos capítulos, que recogen lo bueno de la primera temporada y lo empaquetan en un episodio doble. Uno de los mayores aciertos es la incorporación de secundarios recurrentes: Mando se vuelve más interesante cuando interactúa con la mercenaria Cara Dune, el anciano exesclavo Kuiil, de vuelta de todo, e IG-11, un androide asesino. Con ellos, el mandaloriano evoluciona y muestra matices de su personalidad que ni mil primeros planos con zoom lento a su fabuloso casco sugerirán jamás.

The Mandalorian también podría elegir la senda del mal y convertirse en el episodio 6. Después del cuarto y el quinto, mediocres, tragarse The Prisoner fue duro. El título se refiere sin duda al espectador, que debe sacrificar retina y neuronas para superar semejante calvario. Seguimos viendo la serie porque quedaban dos capítulos para acabar y la cosa realmente no podía ir a peor. The Prisoner da cabida a todo lo malo que puede ofrecer una serie de aventuras: trama pobre, secundarios estereotipados e insoportables —malos malérrimos que se ríen cuando hablan—, incoherencias internas —si Mando es una máquina de matar, ¿por qué lo tratan como a un inútil prescindible?—, diálogos de tercera y vergüenza ajena por doquier. Empezando por el hecho de que Mando acepte una misión que apesta a traición hasta con el casco puesto, es un catálogo de desgracias en el que es fácil caer cuando te dedicas a tramas autoconclusivas de monstruo de la semana. Este mismo capítulo habría tenido interés si cualquier acción o personaje no hubiera sido totalmente previsible o conociéramos algo del pasado del mandaloriano a través de su relación con esta gente tan entrañable. Lanzo puñaladas específicas a modo de ejemplo, como advertencia de lo funesto de dejarse llevar por el piloto automático solo porque tu personaje principal es guay o porque tiras del atractivo de la franquicia y los aficionados van a beberse tu regurgitación igualmente. Quiero que The Mandalorian sea buena, y this is not the way.

The Child, más conocido como Baby Yoda, personaje de la serie «The Mandalorian».

Por fortuna, la serie remonta el vuelo y echa el lazo con gracia, dejando buenos momentos por el camino. Baby Yoda es tan simpático que ni todo el hype del mundo y haber visto los mejores GIF de antemano nos han privado de adorarlo —o de apreciar el par de perlas oscuras que han dejado caer a su costa—. Mando es exactamente como esperas que sea, sin sorpresas, para bien y para mal. Los secundarios están correctamente trabajados y se resiente su ausencia —la determinación de Kuiil deja poso—. No sé cuáles serán las motivaciones del primer jefe de fase, Moff Gideon, pero al menos lo respalda un actor solvente como Giancarlo Esposito. Además, si eres fan de Star Wars reconocerás fácilmente su universo (una taberna decadente en cada planeta) y te deleitarás con el cuidado apartado visual y de efectos especiales: hay joyas como un AT-AT desbocado que da mal rollo y se parece más al T-Rex de Jurassic Park que a una torpe cacharro de metal. Imagino que la tecnología ha permitido que sean como siempre imaginaron y no ese chiste con patas de El retorno del Jedi.


“This is the way.”


Aunque me salga un poco por la tangente, también son impresionantes las técnicas empleadas para construir la identidad visual de The Mandalorian. Valiéndose de avances en proyección sobre pantallas, topografía flexible 3D en tiempo real y fragmentos de croma, han conseguido un acabado deslumbrante. Cuesta creer que buena parte de los exteriores se hayan rodado en estudio, ¿verdad? Os animo a que veáis este vídeo donde explican el proceso en detalle:

Pese a los logros técnicos, creo que The Mandalorian no arriesga porque quiere gustar a todo el mundo y presupone que hay aficionados de Star Wars hasta debajo de las piedras. Mando no es Boba Fett, IG-11 no es IG-88, The Child no es Yoda y Moff Gideon no es Darth Vader, claro, no vaya a ser que se mancille la nostalgia y se estropee un juguete viejo que aún funciona. Insisto: cero riesgos. En cualquier caso, dudo que al espectador profano le conmueva algo de lo que aquí se cuenta. Pienso que los creadores deberían ir en dirección contraria a la que apuntan: exponerse y dejar de jugar con espejos, tomarse su tiempo para construirse un carácter deliberadamente mundano y reflexivo, como las conversaciones entre Mando y Kuiil o los soldados de asalto anónimos comentando su delicada posición en la jerarquía del Imperio (qué buena escena). Ojalá el mandaloriano pisara el freno e inhalara a gusto el aroma de western que algunos capítulos rezuman con tanta elegancia. Que se quite el casco y se tome una cerveza, que le vendrá bien para la tensión. Ojalá olvidara por completo que habita el mismo universo que los Skywalker. La grandilocuencia no tiene por qué ser la alternativa más adecuada.

I have spoken.


REFLEXIONES DE BAR:

—¿A que no hay narices de meter con calzador en la misma escena a una twi’lek siseando, un devaroniano para colar un cameo, un eximperial sin carisma, otro androide al azar (recuerda que Mando los odia) y un motero de Sons of Anarchy?
—¿Alguna porquería más?
—Joder, ¿te parece po-
—Sujétame el cubata.
Ay, The Prisoner
#yaparo

  • No entiendo el revuelo con el fichaje de Pedro Pascal, especialmente cuando se sabe que bajo el casco ni siquiera está él en un montón de tomas.
  • Exijo spin-off cómico de los stromtroopers.
  • Si cada episodio de The Mandalorian se siente como un comic book, la primera temporada es el correspondiente tomo recopilatorio. A ver con cuántos se completa la serie.
Series: «The Mandalorian»
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