¿Hay mejor manera de inaugurar The Glenskehy Reports que repasando las series del año anterior? Seguro que la hay (sobre todo el día después de los Oscars 2020: ¡enhorabuena, Parasite!), pero aquí estamos. Si bien rondan varias listas por la red, creemos que hay ausencias llamativas y presencias cuestionables. Vaya por delante que el sesgo siempre es marca de la casa.
DUBLIN MURDERS
McCabe no cabe de gozo con que el orden alfabético ponga en primera posición a la que, a su juicio, fue la mejor serie de 2019 (empatada con Fleabag). Dublin Murders se centra en el asesinato de Kathy Devlin, caso que cae en manos de los jóvenes detectives Rob Ryan Reilly y Cassie Maddox. Obviamente, el caso les viene grande y… es personal.
—Bajo ningún concepto podemos llevar este caso, Rob. Y sabes perfectamente por qué.
La adaptación de las dos primeras novelas de Tana French, In the woods y The likeness, sorprende por su atrevimiento al mezclar ambas historias en una misma temporada de 8 capítulos. Quienes esperábamos una separación narrativa de 4 y 4 (los británicos despachan a menudo con temporadas cortas), o un acercamiento convencional, nos quedamos patidifusos. Al final, Dublin Murders usa el primer libro de base y la idea general del segundo. Queda un tono personal, reconocidamente irlandés y cargado de folclore y misterio. Sobre todo, acierta de pleno al trazar un paralelismo inesperado entre el pasado traumático de ambos protagonistas. Rob Ryan Reilly se ha ganado un puesto finalista en el podio de frases de grandísimo cabrón; y tanto él como Cassie Maddox, una papeleta para ganar el sorteo de gente jodida que sobrelleva como puede esto tan difícil que es vivir.
FLEABAG (S2)
Es difícil decir algo nuevo sobre la niña bonita de los reseñadores que ha amasado decenas de premios. La clave de su éxito radica en una protagonista simpar, carismática e ingeniosa (¡inmensa Phoebe Waller-Bridge!) que entabla un juego de confesiones y miradas con nosotros, la audiencia, sus cómplices. Es como un diario personal contado en tiempo real. No es que rompa la cuarta pared; es que la echa abajo a patadas.
Además de Fleabag (el nombre real de la protagonista se omite; Pulgosa es tan bueno como cualquier otro), hay un montón de secundarios de altura. Entre ellos destacan la omnipresente Boo, la variopinta colección de amantes de Fleabag, su antitética hermana Claire, con quien mantiene una relación de amor, odio, rivalidad, incomprensión y apoyo incondicional (que para eso son hermanas), el cafre de su cuñado, su madrina/madrastra (una Olivia Colman desbordada, lo más parecido a una némesis) y, por supuesto, Hot Priest, el poco ortodoxo cura encarnado por Andrew Scott. Juntos se baten en un duelo de fe y voluntad cargado de sorpresas. Fleabag es una comedia audaz, cruda y muy humana, que nunca se queda a medias tintas. Despega en la segunda temporada y, tras su presunta conclusión, te deja con ganas de amor, compasión y metanarrativa.
GIRI / HAJI
Los de la BBC 2 se marcaron un «sujétame el cubata» de manual cuando aceptaron producir este drama anglonipón (¿japotánico? ¿britonés?) cuya cantidad de subtítulos enorgullecería a Bong Joon-Ho. La acción arranca con el asesinato en suelo inglés de un tipo vinculado a la yakuza. Todo apunta a que el asesino es Yuto Mori, hermano pequeño del detective Kenzo Mori. ¿Cómo es posible si Yuto murió en Japón hace un año? Giri / Haji significa Deber / Vergüenza (o eso dicen), y de ambos se nutre la trama: el deber hacia la familia, a la profesión; la vergüenza por actos inmorales, por anhelar lo prohibido. No nos vamos a detener en exceso porque le dedicaremos una entrada próximamente; además, cuanto menos sepáis de la trama, mejor. La tenéis en Netflix para vuestro disfrute.
MINDHUNTER (S2)
David Fincher hace las cosas bien. Pero tan bien las hace, tan fino hila, que nos ha dejado huérfanos de Ford, Tench y Carr de forma indefinida a causa de una agenda colmadita y su reputado perfeccionismo (incompatible con dicha agenda). También circula el rumor de que Netflix cancela series en su segunda temporada porque no atraen a nuevos suscriptores. ¿Qué opináis de esta estrategia? Como no queremos estrenarnos con descalificaciones, hoy nos reservamos nuestra opinión.
McCabe disfrutó con la segunda temporada de Mindhunter un poco más que Kiernan, quien prefiere la primera, le pone pegas a todo —por tocar las narices, porque sabe que es buena— y tiene la impresión de que el arco de Holden Ford se escribió sobre la marcha (sin rodeos: en la primera temporada no es tan especialito), y a ambos nos sabe a poco la línea de Wendy Carr. Al final, el estoico Tench, corredor de fondo, se revela como el personaje con más matices. Los 19 capítulos nos duraron un suspiro, así que si la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI decide volver, estaremos preparados para una nueva ración de entrañables asesinos en serie.
THE CAPTURE
Engancharse a un drama policial británico es sencillo: buena factura, buenos actores, ambientación próxima con la que es fácil implicarse. En seis episodios, The Capture despacha una trama rocambolesca de posverdad y conspiraciones de las que no debes analizar mucho pero te tienen pegado a la butaca sin remedio. No dejéis que os expliquen de qué va porque la probabilidad de que os asesten un spoiler es altísima. Si os gustan los rompecabezas y las historias con dilemas morales donde el bien y el mal se funden y se confunden, no la dejéis pasar.
UNBELIEVABLE
Las detectives Duvall y Rasmussen han sido uno de los placeres de 2019 y Unvelievable, una sorpresa contra pronóstico. Dada la tendencia actual, que una serie se tome tres episodios «solo» para presentar el caso y a sus personajes dice mucho de la idiosincrasia de su showrunner: a mi manera, a mi ritmo. ¡Y qué gustazo da ir contracorriente!
La trama está basada en el caso real de Marie Adler, la adolescente que denunció una agresión sexual pero decidió retirar los cargos y fue denunciada por la propia policía por interponer una denuncia falsa. ¿Por qué cambió de idea? ¿Se inventó una violación? La contención de Kaitlyn Dever (Marie) es merecedora de elogio: a través de su mirada somos testigos de cómo los prejuicios guían nuestros actos y estos afectan a la vida de terceros. Es una espiral de injusticia, un efecto mariposa que de forma invariable se ceba con las víctimas.
Por otra parte, Duvall y Rasmussen aúnan esfuerzos para intentar resolver el caso de un potencial violador en serie, cuyo modus operandi coincide con lo descrito por Marie tres años atrás. Merritt Wever y Toni Collette son, respectivamente, el corazón y el músculo de Unbelievable. La química que desprenden es el motor principal de la serie y la razón por la que se baraja la posibilidad de darle una secuela a esta historia conclusiva. Como decíamos sobre Mindhunter, la esperamos con gusto.
LA RED ES VASTA
Estas han sido nuestras seis favoritas de 2019, pero hemos visto mucho más. Agarraos, que vienen curvas… y párrafos densos.
Hemos disfrutado con la rareza bien entendida de American Gods (S2) y sus peculiares parejas. Eso sí, parece que se están deshaciendo de todos los personajes interesantes para volverla… ¿más mainstream? ¿Más blanca? La tercera temporada no pinta bien. El viaje de la loquísima Preacher (S4) llegó a su fin de manera agridulce con una tanda de capítulos que no estuvo a la altura de lo anterior. Pese al reparo inicial, ahora es inconcebible pensar en mejores Custer, Tulip y Cassidy. Viajar con ellos ha valido la pena. El homenaje nostálgico ochentero sigue en Hawkins con Stranger Things (S3): Eleven y su pandilla se nos han vuelto adolescentes y tienen las hormonas revolucionadas. La amenaza rusa entretiene, la redención le sienta de vicio a Steve y el centro comercial se exprime en lo que casi parece un gigantesco bottle episode, pero hay signos de agotamiento. ¿Morirá de éxito o con dignidad narrativa? Otra que sigue en buena forma es The Good Fight (S3). Maia, con quien no sabían qué hacer, ha dado un giro interesante y por fin se ha puesto a la altura del resto de personajes. Aunque nadie se cree las chaladuras que pasan en ese bufete (y Diane está irreconocible a ratos), sus peripecias enganchan. También es adictiva The Bodyguard, en la línea de The Capture pero sin la calidad ni el poso de aquella. ¿Tendrá secuela, dicen? No querríamos estar en la piel del guionista… Y terminamos la lista de destacadas con The Boys, adaptación del cómic homónimo de Garth Ennis. En esta visión gamberra, violenta y corporativa del universo superheroico, sobresalen la figura mesiánica de Homelander, versión psicopática de Superman (¿acaso os funciona otra?), y la bondadosa Starlight, que se enrola en el supergrupo The Seven pensando en impartir justicia e ignorando que eso va a la cola de la lista de prioridades de sus nuevos supercompañeros. A pesar del tono paródico, consigue ser reflexiva y dar mal rollo.
En el apartado «no eres tú; soy yo» , no ha habido manera de conectar con The Marvelous Mrs Maisel. Está bien hecha y Rachel Brosnahan se sale como Miriam Maisel, pero hablan tanto y tan rápido que da dolor de cabeza. Sobre todo, nuestra desconexión es con el mundo de la stand-up comedy clásica americana: no podría importarnos menos. Otra que abandonamos es The Umbrella Academy. La idea no está mal, pero la mitad del casting despierta la misma emoción que una pared de lavabo. ¿Lo mejor? Los pasotes de Hazel y Cha Cha. No es terrible, pero preferimos The Boys. La que tiene papeletas para abandonar para siempre nuestras veladas es This is us. Al principio era original y entretenida, aunque su viraje al melodrama da yuyu: en la tercera temporada se revuelca de gusto en el folletín barato, tanto que estamos posponiendo ad aeternum el reencuentro con la cuarta temporada. Tío Nicky, te odiamos. Finalmente, hay dos nombres que coronan la mayoría de las listas de lo mejor del año, Watchmen y Years and years. El piloto de ambas se nos atragantó y nos da pereza seguir con ellas. No decimos que sean malas, pero no son para nosotros. Lo que sí decimos es que estamos hasta la coronilla de que las producciones de HBO tengan que ser buenas por narices.
Acabamos este largo repaso a 2019 con lo más espeso del año. Parte del dudoso privilegio recae en Good Omens y el recuerdo de habernos arrastrado por cada uno de sus infumables capítulos (tiene seis pero parecen sesenta). La vimos por recomendación masiva y porque David Tennant y Michael Sheen nos parecen un par de actorazos. Ellos están bien, sí, pero llamadnos amargados: el humor absurdo no va con nosotros. También nos hemos llevado un disgusto con Killing Eve, que tiene el corazón robado a crítica, público y la vecina del tercero. No exigimos fidelidad a las etiquetas (al contrario), pero sí que nos gustaría que se decidieran entre drama y comedia. El salto constante de un género al otro descoloca y genera una atmosfera extraña: no sabes si tomarte en serio lo que pasa. Tampoco nos funciona la obsesión/adoración que siente Eve por Villanelle y viceversa. McCabe toleraba el baile de estilos mejor que Kiernan, que llegó al final amordazado y con esparadrapos en los párpados, pero la conclusión a la que llegan es similar. Lo más chocante es que Killing Eve está creada por Phoebe Waller-Bridge, la protagonista y creadora de Fleabag. Recibiremos su próxima serie con miedo y expectativa por igual.
Para terminar esta entrada, entregamos nuestro Peroquénaricesospasa de oro a la octava y última temporada de Game Of Thrones. Esta serie pasará a la historia por su impecable factura técnica (es bonica de mirar, sí, salvo que te endosen un capítulo en negro), por su valiosa aportación a los cabezones Funko, y por destrozar el personaje de Daenerys Targaryen. No nos ofende tanto el qué, pues se veía venir, sino el cómo: las prisas, la narrativa perezosa, las situaciones forzadas o los personajes incoherentes (sujetos a quienes se supone cierta inteligencia actuando como perfectos necios). Confesamos que esto no es nuevo para nosotros, pero ya que el señor George Martin rehúye todo asomo de decencia literaria —McCabe empezó a leer la saga… ¡en 2002!—, de alguna manera había que enterarse de cómo acaba la condenada historia de los Stark (spoiler: mal todo). Como la decepción suele ir ligada a la expectativa, el impacto que nos ha causado este relativo desastre televisivo es nulo. Al final, el auténtico drama es que probablemente pasaremos de leernos las novelas.
Y aquí acaba nuestra reseña de 2019. Nos hemos dejado series como The Witcher, pero la hemos visto entrado 2020 y Kiernan le dedicará una entrada próximamente. La semana que viene, McCabe os hablará de la autora irlandesa de moda, cuya obra literaria verá la luz en forma de adaptación para Netflix. ¿Sabéis de quién se trata? ¡No faltéis!
Saludos y hasta más leer.