A Christopher Nolan le fascina el tiempo. De un modo u otro, en sus películas existe la voluntad de plasmarlo, dislocarlo o deconstruirlo. Tenet lleva esta obsesión un paso más allá y presenta el tiempo como un flujo sobre el que se puede navegar a contracorriente si se aceptan una serie de peajes. Se parece a una película de viajes en el tiempo sin la magia del viaje, o al menos sin los atajos propios del género. Nadie aparece en otro momento como por arte de magia. La inversión es un proceso lento, anodino, con cero glamour. La película de Nolan es exactamente igual.
Otros artículos han desgranado Tenet casi hasta el fotograma, conque analizar la complejidad del mecanismo temporal no tiene sentido. Sí quiero señalar que, como director, declarar que la película será tan críptica que se estrenará con un libro para entenderla —y después no hacerlo porque, menos mal, has visto la luz— es un tiro en el pie de manual. Además, siempre cabe la posibilidad de que si tu película no se entiende quizá el problema lo tengas tú. Tratar abiertamente a tu audiencia de imbécil, lo seamos o no, raramente da buenos resultados. Hay filmografía previa, como Primer, que aborda las alteraciones temporales desde el prisma de la ciencia ficción dura, deliberadamente alienante hasta el punto de que Tenet parezca un divertimento. No lo comento como ejemplo a seguir, sino para señalar una obviedad: los guiones exigentes no se han inventado con el cine de Nolan.
Aunque ahora Primer sea un título de culto en ciertos ambientes, en su momento la vieron cuatro gatos en festivales porque su director, Shane Carruth, era un completo desconocido. Su recorrido en los multisalas ni tan solo se concibió. En cambio, Christopher Nolan se ha convertido en uno de los reyes Midas de la industria; Tenet, a diferencia de Primer, estuvo expuesta al bombardeo mediático desde su concepción. Y ya sabemos cómo se las gasta el fandom: tu película ganará todos los Oscars o es carne de videoclub antes de haberse estrenado. Una vez vista, siguen las guerras de extremos, de odio visceral o amor absoluto.
Christopher Nolan rueda cine de autor comercial, pero no es algo que haya elegido él. En esta «categoría» que acabo de inventarme también estaría Quentin Tarantino, por ejemplo. Son directores capaces de amasar un presupuesto importante y hacer lo que les dé la gana con él. Sin preguntas ni requisitos. A su vez, generan un montón de noticias, interés entre el público general y buena taquilla en los cines —es decir, que recuperan con creces lo invertido—. Por casualidad o no, en su filmografía hay tanto pelotazos comerciales de reconocimiento crítico y público como títulos algo más esquivos. Nolan besó los cielos con la trilogía de Batman, Inception e Interestellar. De ahí, ¿cómo se salta a la fría Dunkirk? El caso es que un director no controla quién verá su película, y ahí comienzan las decepciones.
Yo quiero ver al Christopher Nolan de Memento, The Prestige, Inception e Interestellar. Son películas que se sustentan en ideas potentes sin perder de vista el entretenimiento y, a veces, el espectáculo. En Dunkirk no lo encontré; Tenet tampoco me lo ha dado. Obviamente no es responsabilidad del director que yo me traiga la expectativa de casa. Como dice Francesc Miró (Twitter: @FrancescMiro) en su crítica, «La ‘inversión’ resulta ser una idea visualmente atractiva que nunca termina de elevarse. En Tenet cunde una acción confusa ambientada en anodinos pasillos, impersonales aeropuertos o desolados eriales. No hay confusiones entre montañas y olas gigantes, ni acercamientos a agujeros negros, ni ciudades que se pliegan sobre sí mismas: solo personas que caminan raro». Las alusiones a los trabajos previos de Nolan me hacen sospechar que Miró busca lo mismo que yo en las nuevas películas del director británico. También confieso que la crueldad con la que despacha la fallida espectacularidad de Tenet —opinión que muchos no comparten— me hizo reír. El resto de la crítica tampoco tiene desperdicio, así que la comparto al final por si os interesa.
Defiendo que cada película debería valerse como tal y funcionar al margen de otros trabajos, o solo valerse de ellos como carta blanca para nuevas propuestas. Ahí deberían acabar sus beneficios. Por ejemplo, me entusiasman Whiplash o La La Land, lo cual hizo que viera First Man, que en principio no me atraía. También me lanzaré en plancha a por cualquier obra rodada por las Wachowski, que después estará mejor o peor, pero de entrada les concedo el crédito —la idea de una cuarta Matrix no me derrite de placer—. Tras once películas, Christopher Nolan se ha ganado una base sólida de fieles que espera cada nuevo proyecto como agua de mayo. Volviendo al ejemplo que nos ocupa, creo que a Tenet le hubiera caído una buena lluvia de collejas si no fuera de quien es.
Además de la expectativa, otro factor del que Tenet queda exculpada es el sambenito no solicitado de salvadora de las salas de cine en plena pandemia mundial. Ninguna película merece semejante carga: ¿cuál es el baremo de éxito o fracaso? Confiar a un solo título la salud de la industria cinematográfica es de locos. Rechazar acudir a lugares públicos en las circunstancias actuales es legítimo y no guarda relación con el atractivo de la película. El boca a oreja de las primeras críticas, que simplemente no describían Tenet como una obra maestra incontestable pero le reconocían sus atractivos, tuvo un efecto desfavorable en los espectadores dubitativos. El contexto social y la presión de los medios la sentenciaron antes de hora.
Superadas la expectativa y el mesianismo, Tenet es responsable de todo lo demás. Quienes la han disfrutado defienden que goza de una estructura e historia perfectas. Como se intuye, estoy en desacuerdo. Seguro que un segundo visionado se beneficia los detalles que desconocías la primera vez, pero también pienso que está montada para parecer más confusa y compleja de lo que realmente es. El problema de esta película, para quienes creemos que lo tiene, radica en su frialdad, ritmo, y en una temática a priori poco accesible. Da la impresión de que si no te parece un ejercicio de perfección cinematográfica es porque eres estúpido o no aprecias los guiños a la física cuántica.
«Don’t try to understand it. Feel it.»
Metacomentario sobre el nolanverso
Tal vez Nolan hubiera disfrutado más dirigiendo un documental con toda la investigación que claramente ha llevado a cabo para Tenet. El fisico Kip Thorne asistió en labores científicas, como ya hiciera en Interestellar. Nombro la película de McConaughey y Hathaway porque es un vehículo denso armado de sentimientos que ayudaban al espectador no especializado a conectar con los personajes. En Tenet, el Protagonista (John David Washington) es un tipo llamado «el Protagonista». No es que no tenga nombre, como pasaba con Gosling en Drive o Eastwood en la trilogía del dólar; es que lo llaman así. Que da igual y hubiera podido llamarse José Luis, entendedme, pero indica el desinterés absoluto hacia la vertiente personal y hasta qué punto es un mero recipiente para llevar a cabo las acciones que hacen avanzar la trama. Os presento al resto de personajes: El Malo, La Dama en Apuros, El Socio y Los Demás. El Protagonista de Tenet es un instrumento narrativo en crudo, el canalizador de un propósito mayor: ideas y conceptos, la mayor motivación de Nolan.
Los defensores de Tenet también señalan que es emotiva, a lo que me opongo tajantemente. En el último tercio, el guion comprende que algunos espectadores tendrán la sesera frita y se sentirán más desamparados que si se vieran en el polo norte sin abrigo ni comida, momento en el cual cede a la tentación de dotar de profundidad humana a la historia. Lo hace mediante un vínculo emocional que se saca de la chistera porque no vemos cómo se desarrolla en pantalla más allá de un par de pistas; por lo tanto, no podemos empatizar con dicho mecanismo. Aunque defiendo la sutileza del famoso show, don’t tell (no lo expliques, muéstralo), esto me resulta insuficiente. Relacionado indirectamente, Tenet es tramposa con las reacciones de determinado personaje a la nueva información, pero no quiero alargar esto más de lo necesario.
El director también debe aflojar para que su idea se comprenda. Al fin y al cabo, Tenet es una película de ficción que se compara felizmente con las historias de James Bond. Las normas de la inversión son algo arbitrarias y algunas escenas, como la de la autopista, hay que aceptarlas como pirotecnia visual. En este sentido, la fotografía de Hoyte Van Hoytema pasa desapercibida. Que aprendamos a distinguir entre los distintos flujos temporales es otro de los objetivos. Por esta razón entra en juego el uso de los respiradores (simple pero efectivo) o que los tonos de color vayan ganando terreno para facilitar las cosas. La escena con los dos equipos de asalto, el rojo y el azul, me recuerda al final de Matrix Reloaded: el Arquitecto suelta un discurso entre pedante y ridículo, que culmina con «vale, ahora te lo explico para tontos: por la puerta derecha salvas el mundo; por la izquierda, a tu churri». Quien no lo vea el paralelismo es porque no le da la gana :p
También me apetece ir en contra de los libros de reglas andantes: «tienes que hacer tal cosa», «no se puede hacer tal otra». Como dice un buen amigo, dan ganas de ver Tenet en un móvil antiguo con auriculares malos y comunicárselo a Nolan por Twitter, a ver si se indigesta. Después del bombardeo al que nos han sometido con que hay que verla en 70mm con sonido DTS, lo mínimo sería arrasar con todos los cines que no se adaptan a la exquisitez del Auténtico Cine®. Si no vives en una gran ciudad, las posibilidades de ver Tenet en una sala que cumpla con las exigencias técnicas dictadas por el propio director se ven reducidas a cero. Con sinceridad, en lo visual tampoco hay para tanto y la edición de sonido es conflictiva, como ya ocurría en Dunkirk. Incluso hay diálogos que no se escuchan con claridad; por extraño o contraproducente que resulte, se ha hecho a propósito.
El uso del cuadrado Sator, que contiene la palabra Tenet, es pedestre. Sator para el villano, Rotas para su organización, Arepo sonará guay a oídos anglófonos —digo yo— y se lo endosamos a un personaje aleatorio, y arrancamos con una escena en la Ópera para que algo de esto tenga sentido. Es como echarle picatostes a la ensalada: al tuntún. Si da la impresión de que critico por criticar, simplemente contraataco a la locura generalizada por la supuesta genialidad de esta idea. Por cierto, Tenet en inglés significa principio o dogma, más o menos, y se utiliza en la película de un modo que suena natural dentro de lo críptico de los diálogos. Compadezco a los traductores que se hayan visto en la tesitura de trasladar el juego de palabras a sus respectivas lenguas.
Pese a lo expuesto, Tenet tiene aspectos positivos y la disfruté moderadamente. Después de la apertura en la ópera hay un bajón, pero va ganando ritmo y el último tercio es entretenido, cuando ya han dejado de marear con enigmas y se entregan a la locura de la idea en todo su esplendor. Me hubiera gustado ver este proyecto en manos de alguien con más ganas de pasarlo bien y echarle más corazón que cerebro al asunto. ¿Se os ocurren nombres? A bote pronto, Fincher o Villeneuve parecen primos hermanos de Nolan en grandilocuencia y puesta en escena. ¿Riddley Scott? ¿Steve McQueen? Y es triste que piense en directoras de acción para romper la hegemonía masculina y solo me venga a la cabeza Kathryn Bigelow. Siguiendo con lo positivo, Robert Pattinson tiene el único personaje con personalidad de la película y está estupendo en el papel de Neil. No puedo decir lo mismo de sus compañeros de reparto, que (siempre en mi opinión) cumplen sin más. Como sucede en ocasiones, quizá Tenet hubiera sido más interesante desde el punto de vista de Neil —o quizá la gracia radica precisamente en que sea un secundario—.
Cuando veo una película, quiero que me guste porque no voy al cine a pasar un mal rato. También confieso que escribir una reseña rajando de algo (siempre con argumentos) a veces tiene su punto divertido. Repito: a veces. No me creeríais si os dijera que con Tenet nos planteamos abandonar la sala al cabo de una hora. Quedaba hora y media y nos parecía tediosa, ¿hay algo peor? Quedarnos hasta el final compensó porque en el segundo tramo la película abandona el misterio insulso y recupera el aliento progresivamente. De todas formas, cuando leo comentarios sobre que quizá Tenet sea la última película que veamos en una sala de cine, pienso que se trata de un mal presagio: ¡vaya manera tan regulera de despedirse! También pienso que esas personas ven poco cine, o muy específico. El mar está lleno de peces, dicen. Christopher Nolan asomó una patita en Dunkirk del modo en el que ahora parece interesado en contar sus historias. Con Tenet ha enseñado el morro y, la verdad, no sé si tengo ganas de ver el cuerpo entero. Él está en su derecho y yo, también.
REFLEXIONES DE BAR:
- Industria del cine, te lo ruego, deja de utilizar a cualquiera para interpretar a rusos. Con poner un acento enrarecido no basta. ¡Será por actores rusos que hablen inglés! El summum será Black Widow, cuyo trailer en este sentido me da vergüenza ajena (y menuda pena, porque el personaje no se merecía esto)..
- Ya puestos: ¿el villano tenía que ser ruso? Supongo que la alternativa al traficante de armas de Europa del Este era el traficante de droga de Sudamérica. Dejo sus «motivaciones» para otro día.
- Lo del sonido pasadísimo de vueltas es una guerra que doy por perdida. Me hago viejo.
- Como ocurre con ciertas obras de envergadura, Tenet me resulta más interesante por el debate que genera que por la película en sí.
* Artículo referenciado : Tenet: un desastre signo de ver en cines (Francesc Miró, 2020).